Mandado a subir y luego bajar el Cerro de la Gloria para hacer tomas del perfil de la ciudad, me encontré con una bandada de pibes que bajaban montados en su skates, a una velocidad que ya se imaginan. Abrían los brazos como para intentar vuelo, pero se quedaban como yo, en sus cuatro ruedas. A los más veloces apenas los ví pasar como sombras conta el último sol de la tarde.
La cosa era digna de verse. Un deporte extremo a lo Mendoza. Los envidié un poco. No. Los envidié mucho. Porque los tipos eran jugados. Hay que animarse a bajar esa pendiente tan abrupta. El cuerpo toma una velocidad infernal. Las piedras de la montaña no son como las olas del océano.
El caso es que en mi lentitud, que también practico como deporte extremo, pude hacerles unas tomas, no las mejores, pero sí dignas, desde la ventanilla de mi auto. Pasaron veloces al lado mío, uno y otro y otro, provocando, hasta que reaccioné.
Me pregunto si esta actividad es permitida. Lo dudo, porque es bastante riesgosa, pero entiendo, ahí está la gracia. Imagino que este grupo de pibes gusta de la historia y que hacen sus proezas en nombre de la gesta Libertadora. Si así no fuera, y son arrestados, ofrezco mi asesoramiento de versista, para dar defensa, en nombre de la patria. (Q)
1 comentario:
Yo creo que estos chicos se cansaron de que los corrieran los policias de la plaza San Martín, y supiero que hasta allá arriba no los iban a seguir.
Saludos señor Q
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