martes, 7 de julio de 2009

Como Drácula me salvó de ser Sisii


Venite Conde de la Noche. Venite, vamos a cometer animaladas en los virginales, en los corruptos cuellos, hoy justo que es luna llena. Venite que vamos a morder doncellas hasta que el sol nos espante! (Q)





Sissí se parecía a mi abuelita Reneé cuando era piba. El Conde Drácula se parecía a mi abuelo cuando rompió su úlcera y llenó la habitación de sangre. En las fotos de su casamiento, veía como la Emperatríz se casaba con el Conde y yo creía pertenecer a esta primera estirpe de la nobleza pop.

Probablemente le debo mi orientación erótica a este Conde salvador. A los seis años, un pibe es muy impresionable. De no ser por él, estaría bordando a las orillas de un Danubio imaginario, esperando a Francisco José, mi príncipe. Mierda!


Elegí ser un tipo más o menos normal. Pienso ahora, que no le tuve ni tengo temor a la la homosexualidad, lo que si me aterra es que mi vida hubiera sido como la de la bella señora,
el laberinto de una eterna sufriente.


En la otra cara de la moneda, Nosferatus, era
el modelo del seductor sádico perfecto, era un instinto puro, era el animal múltiple. (Bueno, que la sexualidad no se define asì, pero, digamos que esto es un juego literario...)

Qué secuelas pudo haber tenido una sobredosis de Sissí Emperatríz, en un niño pequeño y sensible, eso es difícil de saber. Lo que sé, es que después de Sissí, venía la función de Drácula y yo sentía que el horror me devolvía la cordura.


Era infaltable la doble programación de los miércoles del Cine, dos grandes películas, vistas una y otra vez cada semana, con mi madre y hermana, mientras mi padre daba clase de Caligrafía en el Colegio nocturno.




El primer caso. La interminable saga de Sissí Emperatríz, que según supe después, solo era una trilogía, pero como la veíamos una y otra vez, ni modo de saber por ese entonces como era la cosa, pero aún con 6 años, veía que era una cosa interminable y muy rosa.

Supe que Sissí, Romy Schneider era muy poderosa y tierna y frágil y dulce y edulcorada. También sé que como toda obra romántica termina muy mal. Un anarquista le clavaba un puntazo en el pecho en un bonito paisaje de Suiza, allá por 1850.

Recuerdo a Romy andando en caballo para escapar de los dramas familiares, cabalgaba horas por los siempre otoñales paisajes de Viena. No había modo, mi madre lloraba a moco tendido y el imperio se hacía pedazos cada miércoles por el dolor del primer ícono pop. Apenas con seis años y ya viendo esos temas fuertes.


Segundo caso. La novia de Drácula. Que erotismo loco, cuanta sangre, que exitación! Recuerdo los gritos cuando alguien soltó una paloma en plena función. Los gritos y después claro, las risas nerviosas. Igual, por si acaso, no quedó nadie en la sala.






Fuertongas las peliculas de Bela Lugosi y de los otros condes. Colmillos, escotes, sangre, murciélagos y más escotes. Había que elegir un modelo y yo pude elegir. Nunca voy a ser Sisíi Opté por ser como el Conde, el maestro perverso, el alter ego de mi abuelo y del abuelo de mi abuelo. (Q)



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