Ayer fui a la Feria del Libro de Mendoza por tercera vez y estuve revisando la programación por si me había salteado algo. Comprobado. Se olvidaron como el año anterior de muchos escritores, empezando por el principal de nuestros poetas; Raúl Silanes, y terminando por este blogger, el último de los mohicanos.
Ví la feria mas pobre que otros años, menos entusiasmo, menos gente. Ni siquiera puedo decir que estaban los de siempre. Claro que entre tanto evento, siempre se puede rescatar algo. Ya dije el año pasado que es muy buena idea concentrar las actividades en el ECA, Espacio Contemporáneo de Arte, ese edificio que perteneció a la alta burguersía mendocina cuando era la casa central del Banco de Mendoza.
Este re-uso de los espacios es muy bueno, en especial, el traslado de ámbitos solemnes, del espacio catedral, al uso pobretón y mundano de la bohemia local. El lugar es un lujo para tanto artista clase media, que apenas sobrevive (y no de su arte).
Pero que pasó entonces, porque este apagarse de la feria del libro, si es que, se dijo, había cientos de lectores-escritores, una agenda repleta ? Adivino que los programadores se creyeron su propia publicidad y se les olvidó que concentración de actividades significa, entre otras cosas, hacerlas en el mismo espacio físico. Digo esto como arquitecto, ya que como escritor, parece que no corresponde que opine.
Había un picoteo de actividades en el ECA, como dijimos, pero tambien en las dos carpas de la plaza, y en los espacios donde funciona Cultura de la Provincia. Es mucha dispersión para una Feria de Recortes que apenas se sostiene con el entusiasmo de unos pocos y el sueldo de algunos funcionarios.
Quizá es una constante de todas las ferias provinciales o un signo de los tiempo. La Feria del Libro de Mendoza se apaga año a año, por una causa u otra, tristemente, como un ancianito enfermo y maltrecho. Esas cosas siempre dan pena.
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