martes, 9 de marzo de 2010

Fiesta de la vendimia, un asunto personal





La mayoría de los visitantes de este blog son extranjeros, por lo que corresponde que explique que en mi ciudad de Mendoza, en el oeste argentino, el vino es lo más importante. Somos unas de las Diez Capitales Mundiales del vino. La Fiesta de la Vendimia, que ocurre cada año en marzo, es el evento turístico-cultural más importante.

Gané el concurso de Libreto para la Fiesta  Nacional de la Vendimia del año 1997. El espectáculo se llamó "Vendimia del Vino Mágico", y giraba en torno a la búsqueda de un vino perfecto. Esta búsqueda, que tenía como protagonista a un alquimista, se remontaba a los orígenes del vino, el viaje a América, y su trabajoso arraigo en nuestra tierra. 

En la década del noventa el vino mendocino empezaba a ser premiado en todo el mundo, la idea argumental era destacar estos lauros. Claramente tenía un sentido promocional del vino mendocino, que es lo que interesaba.

El guión, que fue seleccionado ganador en forma unánime por el jurado, era bueno para ganar un concurso, pero con una excesiva carga argumental. En otras palabras, que a nivel carpeta, el trabajo estaba de diez, pero para llevarlo adelante, era necesario una gran experiencia, para simplificarlo.


El director artístico seleccionado fue un coreógrafo con cierta experiencia en vendimias, pero con el cual no pude intercambiar palabra, pese a los esfuerzos para que me escuchara.Y lógico, zapatero a tus zapatos, el hombre hizo lo que sabía hacer. Entonces, ese director general pasó a ser solo un coreógrafo general.

LLegé a pensar que la fiesta se hizo sola. Por "tradición espontánea". La puesta de la vendimia del 97, resultó ser un "algo" que me a mí se me antojó "retro-futurista", una cruza de ópera y ballet más apropiado para el Berlín de los años 50 que para la Mendoza de los 90. Ví la fiesta sentado en las graderías como un espectador más y quedé tan desorientado como cualquiera. Y como a cualquiera del público, igual me gustó. Cuando vas al anfiteatro vas dispuesto a ser seducido.

Del espectáculo que yo había concebido en mi mente, nada. Ni la línea argumental, ni los cuadros, ni la música. Y ni siquiera las pocas palabras con que el director quiso orientar el argumento.

Al ser recitadas arbitrariamente, pasaron a ser simples glosas. Las pocas palabras que obedecieron al guión original también fueron combinadas con "nuevas ideas". Por lo tanto, la obra que se presentó no fue basada en mi mi libreto, sino en una idea propio del director, que quizá leyó mi libreto. Vista la falta de respeto al texto e ideas ganadas en concurso, no sólo de parte del director, sino del Ente Vendimial,  pensé en iniciar acciones legales, como ya habían hecho antes de mí otros libretistas, con escasos resultados.

Antes de ventilar en los medios y la justicia estos asuntos, pensé otra estrategia más directa para calmar mi orgullo herido. Hice algo que no se hacía. Reclamé formalmente los derechos de radio y televisión, que nunca se pagaban a los autores. Con este argumento y una simple nota, obtuve el visto bueno de Argentores, una impensada suma de dinero, que me permitió pagar mis deudas.
Esto no es una ironía: la vida es extraña, pronto se vino la crisis del 2001, y sin esa recompensa, hubiera tenido serios problemas financieros. Estaré siempre agradecido a la Fiesta Nacional de la Vendimia su oportuna generosidad, pese a que la fiesta, debiendo ser reflejo de mis ideas, me fué completamente ajena. (Q)

lunes, 8 de marzo de 2010

Vendimia, mezquindad y esfuerzo


No me puedo sustraer, cada año, de la Fiesta de la Vendimia en Mendoza. Con sus dimes y diretes, con su mezcla de mezquindad y esfuerzo,  sigue siendo un festejo auténtico. Mi participación en las ligas vendimiales tiene su historia. Mi suegro, Lidio Gonzales Werten, creador de las cajas lumínicas, me había incorporado clandestinamente al anfiteatro en 1977, en plena dictadura. Desde entonces, ha corrido mucha agua bajo el palco de las reinas. 
De mi amistad y colaboración de muchos años con Abelardo Vázquez y sus amigos, me quedó un cierto conocimiento del arte vendimial, que pude desarrollar en varias fiestas departamentales, como jurado y en el libreto de esa Fiesta Nacional 1997, pero sobre todo aprendí ese gustito por la ironía, esa mueca burlona, con el que los maestros de la vendimia enfrentaban la vida.(Q)

viernes, 5 de marzo de 2010

Chile es un boxeador alto y delgado.







Y se terminó de podrir el pescado, decimos de este lado de la cordillera en estos casos. Lo último que necesitaba Chile era este terremoto en plena transición política. Las circunstancias en que ocurre sorprenden al gobierno de Bachellet en otra. Yéndose. 

A Piñera no se lo vé con energía. No es éste el escenario que preveía la derecha para asumir. A las dudas y contramarchas del gobierno, se le suma la falta de liderazgo del inminente mandatario. Al menos parece que no va a terminar en una represión indiscriminada, que sería el colmo. Pero el hedor de los cuerpos en la costa, cada día es más fuerte.

Uno se hace algunas pregunta. La principal: Dónde está el capitán?  La situación es caótica. No me canso de ver en TV pueblitos abandonados, gente llorando, pidiendo agua, comida. Donde después de cinco días no ha llegado nadie. Pregunto, donde llega CNN, no puede llegar el gobierno? Lo peor no son las estructuras edilicias, que en general soportaron un sismo destructivo.

La falla increíble, lo fatal, fue la falta total de comunicaciones. Hillary, la rubia canciller del norte se dió el lujo de bajar del avión y entregarle a la presidenta chilena: 20 teléfonos satelitales! Y en esto tienen razón los yanquis. El gesto es el mensaje.

Sin comunicaciones no hay seguridad, no hay aviso de tsunami, no hay coordinación de ninguna clase. Este es el veradero colapso. Chile. Un país como un boxeador muy alto y delgado que recibe una piña en el hígado. Se quiebra y cáe.(Q)

martes, 2 de marzo de 2010

Dolor por el terremoto de Chile





La palabra prójimo se asemeja demasiado a la palabra próximo. No es extraño, es una simple cuestión de percepción del dolor. La solidaridad es proporcional a la distancia.

El terremoto de Chile se nos vuelve más doloroso en primer término, por la proximidad. Apenas cuatroscientos kilómetros separan mi ciudad de Santiago, otro tanto al epicentro, la región del Bio Bio. Nos separa la cordillera de los Andes, pero a esta altura de la historia nadie puede creer que es infranqueable. 
Mendoza nació de esa corriente colonizadora del oeste. La capital de la región de Cuyo era Santiago hasta 1786. Después la ciudad creció  como puerto seco obligado, preparatorio antes de cruzar el macizo andino. Mis bisabuelos vivían, trabajaban, estudiaban, se casaban, indistintamente, a ambos lados. No existiría ésta Mendoza sin Santiago de Chile. De niño me crié escuchando radios trasandinas. Mi madre pintaba, yo leía, y en la radio siempre canciones de los Plateros, de Elvis. Curioso, repetían los clásicos de primer pop norteamericano. Escuchar radios chilenas era una puerta al mundo.
Después, con la madurez, escaparse, cruzar la cordillera cada vez que se pudiera, soportar los caracoles y las aduanas y los caminos angostos con camiones, hasta empezar a sentir el gaznido de las gaviotas. La costa del Pacífico, Viña del mar, Valparaíso, los pueblitos pequeños. Estar frente al océano más grande del mundo  en el atardecer, por ejemplo, mirar el horizonte y el sol tragado de a poco, dejar que la oscuridad lo invada todo y escuchar  el rugido de las olas, y caminar hasta mi cabaña, donde ya están empezando a cocinarse los mariscos y donde yo me sirvo un pisco y me quedo sereno. Chile es una costumbre mendocina.

Me doy cuenta que me niego a hablar de la tragedia. Parece que no termino de salir de la coraza. Habrá que esperar que aclare. No es bueno hacer literatura en estos casos. No sé que pueda decir, que no se haya dicho desde el sábado en que la tierra sepultó la tranquilidad. Sigo las noticias de una manera obsesiva.  La distancia que separa Chile de Mendoza es poca. El dolor por el terremoto es mucho. (Q)