La palabra prójimo se asemeja demasiado a la palabra próximo. No es extraño, es una simple cuestión de percepción del dolor. La solidaridad es proporcional a la distancia.
El terremoto de Chile se nos vuelve más doloroso en primer término, por la proximidad. Apenas cuatroscientos kilómetros separan mi ciudad de Santiago, otro tanto al epicentro, la región del Bio Bio. Nos separa la cordillera de los Andes, pero a esta altura de la historia nadie puede creer que es infranqueable.
Mendoza nació de esa corriente colonizadora del oeste. La capital de la región de Cuyo era Santiago hasta 1786. Después la ciudad creció como puerto seco obligado, preparatorio antes de cruzar el macizo andino. Mis bisabuelos vivían, trabajaban, estudiaban, se casaban, indistintamente, a ambos lados. No existiría ésta Mendoza sin Santiago de Chile. De niño me crié escuchando radios trasandinas. Mi madre pintaba, yo leía, y en la radio siempre canciones de los Plateros, de Elvis. Curioso, repetían los clásicos de primer pop norteamericano. Escuchar radios chilenas era una puerta al mundo.
Después, con la madurez, escaparse, cruzar la cordillera cada vez que se pudiera, soportar los caracoles y las aduanas y los caminos angostos con camiones, hasta empezar a sentir el gaznido de las gaviotas. La costa del Pacífico, Viña del mar, Valparaíso, los pueblitos pequeños. Estar frente al océano más grande del mundo en el atardecer, por ejemplo, mirar el horizonte y el sol tragado de a poco, dejar que la oscuridad lo invada todo y escuchar el rugido de las olas, y caminar hasta mi cabaña, donde ya están empezando a cocinarse los mariscos y donde yo me sirvo un pisco y me quedo sereno. Chile es una costumbre mendocina.
Me doy cuenta que me niego a hablar de la tragedia. Parece que no termino de salir de la coraza. Habrá que esperar que aclare. No es bueno hacer literatura en estos casos. No sé que pueda decir, que no se haya dicho desde el sábado en que la tierra sepultó la tranquilidad. Sigo las noticias de una manera obsesiva. La distancia que separa Chile de Mendoza es poca. El dolor por el terremoto es mucho. (Q)
Me doy cuenta que me niego a hablar de la tragedia. Parece que no termino de salir de la coraza. Habrá que esperar que aclare. No es bueno hacer literatura en estos casos. No sé que pueda decir, que no se haya dicho desde el sábado en que la tierra sepultó la tranquilidad. Sigo las noticias de una manera obsesiva. La distancia que separa Chile de Mendoza es poca. El dolor por el terremoto es mucho. (Q)
1 comentario:
buenisima esta nota Luis, ser solidarios cuesta cuando la tragedia toca a otros... lamentablemente. O será que algunos creen que mirando disimulados al costado el dolor no les va a tocar. Cuesta... el aprendizaje cuesta
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