Mi padre lee la biblia de cara a Jerusalén,/ con una dulce asonancia en la garganta,/ llevando al extremo venas y nervios/ tensas y dóciles escupe las vocales.../ En la madrugada que va del once al doce de noviembre, / mi padre gana el premio del millón de Susana/ ante las cámaras grita: El Evangelio ha muerto/
¡El Evangelio! ¡El Evangelio!.../ y lee para un millón de expectadores./ Agita sus brazos sudorosos y gordos/ sudorosas y gordas las orejas/ se le mueven de un lado a otro de la cara/ Susana para quitarle energías/ se cuelga de la cabeza de papá. / Mi padre corre por Cochabamba con Susana/ amarrada a la rama del nabo. Susana mide , mama la mazmorra / y sueña para cuantos sueños alcanza/ Al séptimo día de estar prendida como ladilla /Susy lo suelta y se casan en la Iglesia de papá./ Susy la platinada, conmovida, maravillada,/ al punto del síncope, descendiente del atlántico católico./
Mi padre, Susano de todas las Susanas, / el odio que aflora del fondo de su alma/ incendia las ciudades./ !Verona, Venecia, Berazategui/ Todo es nada./ Nada es el abasto a las nueve de la noche/ Nada es la casa que nunca fue comprada./ Padre, Susy, Gambarotta, !Cuánto me provocan!
Texto de Zelarayán, de Washington Cucurto
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