Creo que el que lee mucho está un poco loco. A pesar de todo, voy a hacer un intento de desmesura. Leer una novela de 800 páginas hace unos años era cosa normal. Hoy es un desafío. La oferta de tentaciones es variada. Desde el cable con doscientos canales, la música, el otoño, los amigos. Debo reconocer que caigo todo el tiempo en tentaciones fáciles. Una y otra vez. Y sin culpa.
Cuando, buscando algo de lo mucho que desconozco de la enorme literatura oriental contemporáneo, el librero me recomendó Gao Xingjian, lo miré extrañado. Cuando ví el número de folios, gruñí. Como el precio era bueno en relación papel-costo, lo tomé entre las manos, cuando me enteré que era un tipo opositor lo dejé. Y finalmente lo compré. Un sainete. Es que la literatura china no es en principio tan seductora como la japonesa. Los nipones te venden lo que sea. Son breves, coloridos, románticos, eróticos, místicos, que más? Pero los chinos se me hacen como más materiales.
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