sábado, 6 de septiembre de 2008

SOMBRERO DE NOCHE


Pregunté: cómo evitan los extranjeros ser asaltados en los cerros de Valparaíso? Los asaltan nomas, dijo, a veces muere alguien.
Mi amigo se levantó de hombros y me miró serio. Al aspecto de gringo, yo no tengo como camuflarlo. Cuando lo intenté fue peor. Llamaba más la atención. En la costa del Pacífico sur, gringo es yanki, por extensión, cualquiera con aspecto más o menos europeo.

Antes me movía por la ciudad con naturalidad, como un local, nadie se metía conmigo. Era muy tranquilizador, aunque se debiera a un equívoco.

Me confundían con el bajista del grupo Congreso. La pasaba saludando a diestra y siniestra. Pero el músico murió y yo me quedé sin alter ego. Todavía algunos me saludan confundiendo vivos y muertos. Me quedé sin coartada. No saco nada con explicar que soy argentino, mejor dicho mendocino. De aquí cerquita. No sirve.

Ya era noche cerrada. Justo a esa hora en que los comercio cierran y el movimiento de la bohemia del puerto recién se está desperezando. Son unas horas vacías, entre las nueve y las once, en donde es mejor no moverse mucho, menos por las zonas rojas. Pero el evento cultural era allí.

El atrio de la Iglesia Matriz es la zona más under del plano de Valparaíso.
Rápidamente, en cuestión de minutos, las bonitas niñas, los sicólogos, los pintores, los curiosos, desaparecieron sin decir agua va. Nos quedamos apichonados, a la luz de la única farola, midiendo la boca de lobo que debíamos cruzar. Cinco, siete cuadras bravas.

Última oportunidad dije, vamos cerca del hombre de sombrero. El que usa sombrero es persona respetada. Mi padre lo usaba y nadie se metía con él. Eso dije y nos pegamos al tío. No sé si fue la mejor idea. (Q)




1 comentario:

Iván dijo...

Porque, les sucedio algo?