viernes, 16 de mayo de 2008

LOS URBANISTAS COMEN SAPO


Los urbanistas de por acá comen sapo. Se alimentan de sapo crudo. Por suerte vos te dedicás sólo a proyectar. Y hasta ahora no has podido, ni te han dejado, meter demasiado la cuchara en los grandes temas. Que lo estudiado no alcanza, ni los consejos del Corbo, ni las ideas las ciudades de los ingleses, ni las propuestas tercermundistas, ni izquierada o derecha, ni toda la bibliografía del mundo alcanza, pues. Podés tener una biblioteca. Entonces empezá a tirar tus libros y revistas de urbanismo al tacho de la basura de la cocina.

Podés sí, llevártelas al baño y darle una última mirada a las teorías de Usonia, podés mojar, con lágrimas, se entiende, las páginas de esos libracos editados en Barcelona. Llevate también para la mirada final, El derecho a la ciudad de Lefevre, Los tres asentamientos humanos y el resto. Pero al final, lo mejor es que termine todo en la basura. Ah! y tirá también los Códigos en sus varias versiones. Y sus ordenanzas modificatorias. Y las regulaciones de uso del suelo, superficies máximas a construir, alturas permitidas, usos permitidos, todo permitido. Date una ducha fría y concretá de una vez por todas esa limpieza en la biblioteca y pasate el plumero en la cabeza y entendé de una buena vez que en la excepción está la norma.

Cuando te hayas desecho de tanta cosa, volvé y sacá de la heladera ese sapo que viene listo para consumo de arquitectos y urbanistas. Sapo que se ofrece en las góndolas de las grandes tiendas, junto a la comida de gatos, perros y canarios. Y es mejor que tengas tu provisión guardada. Siempre es mejor no tener que salir de tu casa, porque cada vez es más difícil encontar el camino de vuelta.

El estado tiene una pobre función, y cada uno hace lo que quiere. Nuestras ciudades son un conjunto de excepciones a la normativa vigente.

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